TRUJILLO ALTO

El efecto sobre las familias que vivían allí era ya serio; pero además entrañaba otro asunto importante: la contaminación de las aguas del Río Loíza. Esta era resultado  de varias circunstancias. Primero, las tierras que formaban la cuenta hidrográfica del río, esto es las que recogían las aguas que llegaban hasta el, eran muy susceptibles a la erosión. Cerca de un 41 porciento, de las 171,000 cuerdas que formaban la cuenca, estaban en cultivo de tabaco, frutos menores y en especial de caña, lo cual aceleraba el proceso. Sólo un 4 porciento era bosque. En un futuro, el embalse estaría afectado por una alta concentración  de sedimentos, que corrían por las montañas. Segundo, el sistema de tratamiento de las aguas  de los alcantarillados de Juncos, San Lorenzo, Gurabo y Caguas eran deficientes, cuyos efluentes descargaban en última instancia en el río. Tercero, las  centrales:  Santa Juana de Caguas y  la de Juncos, arrojaban a los ríos tributarios de Loíza, sus desperdicios industriales, especialmente el mosto de la caña. Esto provocaba cuanto menos una baja en los niveles d oxígeno de agua. Por último,  estaban construidas una gran cantidad de letrinas en las márgenes del río, cuyos depósitos llegaban por el  subsuelo. La principal preocupación de las agencias era que el embalse se convirtiera en un foco de malaria.

La investigación multiagencial presentó como medidas para evitar la contaminación, sugerir a la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados mejoras en los métodos de tratamiento de las aguas negras, y la resiembra de árboles en parte de la zona que comprendía la cuenca, aunque no sabemos si éstas fueron implantadas. Por otro lado, no exigió a la Central Santa Juana, por lo menos según se desprende del informe, la solución de las descargas de mosto a las aguas. Pero en última instancia, el lago Carraízo, desde  sus orígenes reunió todas las condiciones para convertirse en uno con altos problemas de contaminación, tal como ocurre hoy día. No obstante, resolvió uno de los graves problemas de la época, que era el abastecimiento y uso de las industrias.

Las obras de construcción de la represa dieron inicio en febrero de 1953, a cargo  de las firmas constructoras  “Sollit Overseas Corporation” de Chicago, bajo la incumbencia de los gobernadores Don Jesús T. Piñero y  Don Luis Muñoz Marín siendo director de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, el Ingeniero Sergio Cuevas. Esta se realizó a un costo de  $11,500,000.00, consumidos un poco más de dos millones  de dólares en la pared de la represa y $627,000.00 en la planta  hidroeléctrica. La obra quedó concluida en 1954. El embalse se nutrió entonces, (como hoy) de las aguas del Río Grande de Loíza, y sus tributarios: Río Cagüitas, Bairoa, Río Cañas, Gurabo y  de la Quebrada Infierno, principalmente. En 1982, su superficie se estimaba en 288.5 hectáreas, con una profundidad promedio de 8.5 metros y una máxima de 29.5 metros.   

Las necesidades de agua y electricidad de la cada vez más abultada población del área metropolitana  y principalmente, de las industrias, plantearon la urgencia  de construir un nuevo embalse a finales de los años 40. La recién instaurada Autoridad de Acueductos y Alcantarillados propuso entonces el represamiento de las aguas del Río Grande de Loíza en un punto situado en el barrio Carraízo de Trujillo Alto.

En febrero de 1948, fue sometido el proyecto. La pared de la represa sería construida a unos 2 kilómetros del Municipio y tendría una elevación de 40.14 metros, lo que implicaba  que quedaría inundado un área de alrededor de 1,125 acres, que se extendería a terrenos localizados en los barrios Carraízo y La Gloria de Trujillo Alto, San Antonio, Bairoa y Jaguas de Caguas, Celada y Rincón de Gurabo. En vista de que era una superficie  tan extensa, la Junta de Planificación exigió un estudio que determinara las consecuencias sociales y económicas  sobre las familias que vivían en esa zona.

De la investigación surgió que iban a ser afectadas 72 familias de agregados y 36 de agricultores propietarios. El suelo estaba dedicado principalmente a la agricultura: existían 300 cuerdas de caña de azúcar, 40 frutos menores, y el resto, 660 cuerdas, estaban ocupadas en pasto natural y maleza. El embalse iba a inundar también diez kilómetros de la carretera municipal conocida como Jaguas o Gausábara de Caguas a Gurabo y otros caminos vecinales; una escuela de tres salones de clase, localizados entre el barrio Jaguas de Gurabo y Bairoa de Caguas; además, la   desaparición eventual de las excavaciones de arena y grava acumulada por el río, con la consecuente pérdida de empleos, según el estudio.

La recomendación fue relocalizar a la gente tal como ocurrió-, creándose la comunidad Carraízo, como  discutiéramos antes-, la construcción de unos desvíos de carreteras,  y una nueva escuela.

El embalse Carraízo

Las necesidades de agua y electricidad de la cada vez más abultada población del área metropolitana  y principalmente, de las industrias, plantearon la urgencia  de construir un nuevo embalse a finales de los años 40. La recién instaurada Autoridad de Acueductos y Alcantarillados propuso entonces el represamiento de las aguas del Río Grande de Loíza en un punto situado en el barrio Carraízo de Trujillo Alto.

En febrero de 1948, fue sometido el proyecto. La pared de la represa sería construida a unos 2 kilómetros del Municipio y tendría una elevación de 40.14 metros, lo que implicaba  que quedaría inundado un área de alrededor de 1,125 acres, que se extendería a terrenos localizados en los barrios Carraízo y La Gloria de Trujillo Alto, San Antonio, Bairoa y Jaguas de Caguas, Celada y Rincón de Gurabo. En vista de que era una superficie  tan extensa, la Junta de Planificación exigió un estudio que determinara las consecuencias sociales y económicas  sobre las familias que vivían en esa zona.

De la investigación surgió que iban a ser afectadas 72 familias de agregados y 36 de agricultores propietarios. El suelo estaba dedicado principalmente a la agricultura: existían 300 cuerdas de caña de azúcar, 40 frutos menores, y el resto, 660 cuerdas, estaban ocupadas en pasto natural y maleza. El embalse iba a inundar también diez kilómetros de la carretera municipal conocida como Jaguas o Gausábara de Caguas a Gurabo y otros caminos vecinales; una escuela de tres salones de clase, localizados entre el barrio Jaguas de Gurabo y Bairoa de Caguas; además, la   desaparición eventual de las excavaciones de arena y grava acumulada por el río, con la consecuente pérdida de empleos, según el estudio.

La recomendación fue relocalizar a la gente tal como ocurrió-, creándose la comunidad Carraízo, como  discutiéramos antes-, la construcción de unos desvíos de carreteras,  y una nueva escuela.